

Night of the Queen
Season 1 Episode 15 | 1h 20m 18sVideo has Closed Captions
Cristina’s wedding dress disappears. Tension flares between Max and Dona Blanca.
The day before the wedding, Cristina’s dress disappears, and Ana must do her best to save the ceremony. Tensions between Max and Dona Blanca continue.
Problems with Closed Captions? Closed Captioning Feedback
Problems with Closed Captions? Closed Captioning Feedback

Night of the Queen
Season 1 Episode 15 | 1h 20m 18sVideo has Closed Captions
The day before the wedding, Cristina’s dress disappears, and Ana must do her best to save the ceremony. Tensions between Max and Dona Blanca continue.
Problems with Closed Captions? Closed Captioning Feedback
How to Watch Velvet
Velvet is available to stream on pbs.org and the free PBS App, available on iPhone, Apple TV, Android TV, Android smartphones, Amazon Fire TV, Amazon Fire Tablet, Roku, Samsung Smart TV, and Vizio.
Providing Support for PBS.org
Learn Moreabout PBS online sponsorship-Mañana te casas.
-Sí.
Mañana me caso.
-¿Qué pasa?
-Es Cristina.
Es la mujer perfecta.
Hay algo en mi cabeza que me dice que estoy haciendo bien las cosas, pero no... -¿Alberto?
-Cristina.
-Es ella, ¿verdad?
Tu primer amor, la razón por la que te fuiste a Londres.
-¿Qué tiene que ver eso ahora, Cristina?
-No me has contestado.
¿Qué está pasando aquí?
-Un malentendido.
Absurdo.
Estúpido.
Y lo peor de todo es que ha tenido que pasar para que me atreva a decir la verdad.
-¿Qué verdad?
-Ana y yo.
Estamos juntos.
-¿Entonces él era tu novio?
-He tenido dos faltas.
-¿Estás embarazada?
-Luisa, a veces las cosas no salen cuando las esperamos y no se pueden cambiar, pero hay que intentar verles el lado bueno.
-A lo mejor sí que se pueden cambiar.
Doña Paulina, soy Luisa.
Tengo el dinero.
-Bueno, ya está.
Todo ha salido bien.
Si notas algo de sangrado, no te asustes.
-¡Luisa!
¡Luisa, Dios mío!
-¡Socorro!
-¿Pero qué ha pasado?
-Rita, llame a un médico.
-Doña Blanca, tengo que hablar con usted sobre lo que le ha ocurrido a Luisa.
-No me acuerdo de nada.
-Hay cosas que es mejor no recordar.
Su nombre es Paulina, pero no tengo más datos.
Pone en peligro la vida de las chicas a las que interviene.
Una de ellas no podrá tener hijos nunca más.
-¿Por qué no me acompaña?
Iba a cenar solo, seguro que usted también.
Le prometo que antes de la hora estamos de vuelta.
-Está bien.
A partir de hoy sustituirá a Pedro en sus tareas como conserje.
Quiero que lleve esas telas al almacén y que ordenen los materiales por nombres y por orden de llegada.
Lo quiero antes de mediodía.
Y espero que para esa hora ya esté entregado el correo de la mañana que le espera en conserjería.
-¿Algo más, doña Blanca?
-Por supuesto.
Esto es solo el comienzo.
-Sé que fue usted el que tomó la decisión.
Alberto solo era la mano ejecutora con la que se cubría.
Y no pienso cobrar una sola peseta hasta que mis nuevos diseños se vendan como churros en las galerías.
-Quédese aquí, Raúl.
-Están frente al nuevo diseñador de Velvet.
Tu inminente suegro, Gerardo Otegui, me contrató para crear la nueva colección.
-¿Hablas en serio?
-¿Estás bien?
-No.
-He roto bolsa.
-Te quedaban dos días.
-Enrique, cariño, ¿puedes por favor llamar a un taxi o quieres que dé a luz aquí en medio?
-Voy a por el coche.
¡Taxi!
Ya está aquí, ya está aquí.
-Ya está.
-No te preocupes.
Que va a salir todo bien, ya lo verás.
-Pronto tengo una boda.
Necesito acompañante.
Es hoy que no quiero estar sin ti.
-¿Tú podrías prestarme algo de dinero?
-¿Otra vez?
-Bueno, es que es cuestión de vida o muerte.
Necesito un vestido.
-¿Pero qué morro tienes, Clarita, hija?
-Que es para la boda.
Voy con don Mateo.
-¿Pero en plan oficial?
¿En plan novios?
-Sí, anoche nos reconciliamos, me lo pidió y voy con él.
-Quiero hablar contigo un segundo de la boda.
-Mateo, te prometo que solo van a ser 10 minutos.
Que es que si no se lo van a llevar y no voy a tener otro hueco, de verdad.
-Ha pasado algo.
Es la boda.
-¿Qué?
¿No se van a casar?
¿Qué?
¿Pero por qué me tengo que sacrificar yo?
-Solo son unos días de paripé... -¿Pero cómo que de paripé?
¿Tú sabes lo que me ha costado a mí el vestido?
-El vestido, Rita.
El vestido de novia de Cristina.
Ha desaparecido.
[♪ Alba Llibre: "Falling in Love"] -Ha sido una noche de muchas emociones y nervios, Ana.
Igual no te acuerdas dónde lo pusiste.
-¿Pero qué nervios ni qué nervios?
Que sé perfectamente lo que hice.
-Pues alguien lo habrá quitado de en medio, mujer.
Pero bueno, que yo te ayudo a buscarlo y se acabó.
-Rita, que ya busqué.
¿Ves?
El vestido de novia no está.
-Lo ha apurado.
¿Las cosas no desaparecen así sin más?
No.
¡Ay, Virgen Santísima, que ha desaparecido!
-Te lo dije.
-Bueno, que no cunda el pánico.
Vamos a reconstruir todo lo que hiciste.
-¿Reconstruir?
-Es lo que hago cuando he perdido algo.
[hablan todas] Bueno, que ya me centro.
Vamos a ver.
Tú has memoria.
¿Dónde lo viste por última vez?
-Había mucho jaleo en el taller y... terminé de ajustarlo, lo planché, lo metí en una caja blanca y me lo traje aquí, con el resto de encargos de la boda.
-Los encargos que Max debió de entregar hoy.
-Claro.
Vamos.
¡Max!
¡Abre!
-¿Qué pasa?
-Que vas a coger frío.
-Frita.
-¿Se puede saber qué queréis?
-¿Cogiste tú un paquete de la mesa de encargos esta mañana?
-Puede ser.
He cogido muchos paquetes hoy.
-Era una caja blanca, grande, y estaba sin envolver.
-Sí, sí.
Estaba junto con el resto de cajas y pensé que era para el reparto.
¿Por qué?
-Porque no era para el reparto.
-Era el vestido de novia de la señorita Cristina.
-¿Cómo?
-A saber dónde está ahora.
¿Tienes el listado de las entregas de hoy?
-Sí, sí.
Está en la garita.
-¿Podemos llamar a los clientes y preguntarles si han recibido algo por error?
-Sí, si lo recogemos esta misma noche aquí no ha pasado nada.
¿Llamamos a tu tío y a doña Blanca?
-No, no.
¿Para qué vamos a preocuparles si podemos recuperarlo?
-Pues porque vamos a llamar a nuestros mejores clientes en plena madrugada.
¿Tú crees que no se van a enterar?
-Bueno, podemos decirles que no digan nada.
Si doña Blanca se entera, soy hombre muerto.
Estoy bajo su cargo y ya sabéis que no es una mujer muy comprensiva.
-Y perdone por la hora.
Buenas noches.
Los Valverde tampoco lo tienen y eran los últimos de la lista.
-No sé qué ha podido pasar, de verdad.
-Pero cómo puede ser que ninguna familia de la lista lo tenga.
-O eso dicen, Rita.
-Nuestros clientes no son ladrones, para qué van a querer un vestido de novia.
-Tenía tanto lío esta mañana.
-Lío nuestro, Max.
Con Pedro esto no hubiera pasado.
-¿Qué hacemos?
Cómo se entere Cristina... -¿De qué se tiene que enterar?
Será mejor que hablen ahora mismo.
-De verdad, cómo eres.
No hacía falta que vinieras a esta zona.
-No digas tonterías, la familia es la familia.
Y por ver esa monería de niña, hubiera cruzado medio mundo.
He visto a la niña en el nido, es preciosa.
-Muchas gracias.
-Enhorabuena.
-Te ofrecería, pero esto es para los hombres de la familia.
-Huelo cubanos por aquí.
¿Tenemos o no tenemos niño?
-Casi, niña.
-Enhorabuena, Enrique.
-Muchas gracias.
-¿Qué tal la madre?
-Descansando.
-¿Quieres?
-No, gracias.
-¿La novia?
La novia también debería estar descansando.
-¿La boda?
¿Os podéis creer que me he olvidado?
-Era el objetivo de la noche, se ha conseguido.
-Enrique, de verdad que entendería perfectamente que mañana no quisieras venir.
-¿Pero qué estás diciendo?
La madre de Bárbara está de camino y se va a quedar con las dos.
Yo no me perdería la boda de mi hermana pequeña por nada del mundo.
Al fin y al cabo, cuando uno se casa es para toda la vida.
Ahora a descansar, que mañana va a ser un día muy largo.
-Será mejor que la lleve a casa y me asegure de que lo hace.
-Os acompaño a la salida.
-Buenas noches.
-Descansa.
-Tío, dejemos que los tortolitos se despidan.
-Te esperamos en el coche.
-Adiós, Alberto.
-Hasta mañana.
-Te quedaba muy bien.
La niña, en los brazos.
¡Uy, qué susto!
No, no, tranquilo, que para eso queda tiempo.
Paso a paso.
-Sí, empecemos por el paso de mañana.
-La próxima vez que nos veamos será en la iglesia.
¿Estás nervioso?
-¿Tú estás nerviosa?
-Lo estaría si no supiera que casarme contigo es lo único que me va a hacer feliz.
Hasta mañana.
-Hasta mañana.
-¿Estás bien?
-Sí.
-Cansado.
-Respuesta incorrecta.
¿Tú qué te crees?
¿Que te vas a pasar tu última noche de soltero solo en casa?
No, amigo mío, no.
Tú y yo nos vamos de fiesta.
-¿Dónde?
-Si te lo digo, te arruino la sorpresa.
Vamos.
-El Pausa.
¿Esta es la sorpresa que tenías para mí?
-Anda, cállate ya.
Mira quién nos está calentando la barra.
-¡Ay!
¡Ya estamos todos!
-¡Tres ginebras!
-¿Qué haces aquí?
-Le comenté que tenía pensado una larga noche para el novio y no ha querido perdérsela.
-Raúl de la Riva es un empleado de las galerías responsable y cabal.
Pero Raúl Rivelles es un juerguista.
Y esta juerga promete.
-Y tú ya has empezado.
-Un precalentamiento.
-Dos, tres copas.
¿Cuántas?
-Os diré que os va a costar cogerme el ritmo.
-Tú no sabes con quién estás hablando.
-Un brindis.
Arriba.
Por la voz del año.
Y una noche inolvidable.
-Don Emilio.
Don Emilio.
-Sí, voy.
Voy.
-Siento molestarle a estas horas, pero es urgente.
-Don Emilio, lamento mucho... -Lamentarse no sirve absolutamente de nada.
Hay que encontrar una solución.
Entre todos.
-Poco podemos hacer más que comunicárselo a la señorita Cristina.
-Hay que llamarla cuanto antes.
Eso sí, la vamos a matar de un disgusto.
Igual hasta cancela la boda.
-Rita tiene razón.
-Tengo razón.
-Es un asunto muy delicado.
Nosotros no podemos dar este paso.
Necesitamos a alguien próximo a la señorita Otegui.
Alguien que la conozca bien y que nos ayude a encontrar la solución adecuada.
[risas] -Buenas noches, señores.
-¡Rita!
¡Ay, Rita!
¡Mi asistente favorita!
-Gracias.
-¿Que has venido de fiesta?
-Sí, se podría decir que sí, más o menos.
-¿Has venido sola?
-Sí.
-¡Ay, qué moderna!
-Rita, quédate a tomar algo con nosotros.
-Por favor, tómate una copa con nosotros, Rita.
-No vale.
-Insisto, por favor, te quiero invitar a algo.
-No, no, no, que en realidad venía buscando al señor De la Riva.
Sí, le llamé al hotel donde se hospeda.
¡Madre mía, hasta dar con usted!
-¡Ay, esta canción me encanta!
-Ah, ¿sí?
Pues a mí también, ¿bailamos?
-¿Sí?
-Sí, por favor, perdónenme.
-Muy bien, se suponía que era una noche sin mujeres y mira lo cerca que te has traído a tu cuñada.
-¿Mi cuñada?
-Sí, es la hermana de tu novia.
-Ah, claro.
Ana es mi novia, no lo olvides.
-Ya, aunque quisiera no podría olvidarlo.
-Pues muy mal hecho, porque a partir de hoy solo debes tener una mujer en tu cabeza y en tu vida.
-Entonces igual estaba un poco nervioso, Mateo, pero lo tengo claro.
-Cristina es lo que quiero.
-Muy bien, muy bien, por fin.
-Mira, por lo que respecta, Ana por mí podría ser mi novia o meterse de monja, me da exactamente igual.
Desde hoy esa muchacha es historia para ti.
-Alberto, el deber me llama.
Tenéis que seguir la fiesta sin mí.
-¿Seguro todo bien?
-Sí, sí, por supuesto, todo perfecto, todo perfecto.
-Insisto, por favor, Raúl, quedaros a tomar una copa más.
-No, es que Rita me ha pedido un favor personal, ya sabéis.
-Espero que no sean de esos favores personales que me estoy imaginando.
-Qué poca gracia tienes siempre, Mateo.
El arte de la moda no descansa.
-Disfrutad por mí.
-Hasta luego.
-¿Sabes cómo deberíamos llamarle a eso?
-¿Cómo?
-Alta traición.
Hoy nos abandona un amigo por estar con una chica, hoy no, y es lo que ha hecho.
-¿Sabes cómo tendríamos que llamarlo a eso?
Señal, una señal muy clara que nos está diciendo "recapacitad, iros a casa".
Te conozco, Mateo, y esto va a terminar mal.
-Señales, ¿quieres señales?
Yo tengo una señal en mi mano, tú tienes una señal en tu mano.
Estoy dispuesto a que la última noche como soltero de mi mejor amigo pase a los anales de la historia.
-Por ti.
-Dos más, por favor.
[risas] -Uno no gana para disgustos en estas galerías.
-No sabíamos qué hacer y pensamos en usted.
Como conoce a la señorita Cristina, pues pensamos que podría ayudarnos por lo menos para comunicarle la noticia, ¿sabe?
-Esto es una tragedia.
Una auténtica y absoluta tragedia.
[risa] -¿Se encuentra bien, señor De la Riva?
-Perdón, es que les he visto así, tan serios, en pijama.
-Que éste está más alegre de la cuenta, Ana.
-Me temo que va a ser peor el remedio que la enfermedad, doña Blanca.
-Señor De la Riva, si no se encuentra en plenas facultades.
Yo entiendo que no lo hemos cogido en el mejor de los momentos.
-Por favor, por favor, perdón.
No hay ningún artista que no haya creado sus mejores obras con cierto estado de embriaguez, de embriaguez creativa, quiero decir, no me malinterpreten.
Y además, creo que si no sabemos poner una sonrisa en un momento como éste, la noche se nos va a hacer muy larga.
-¿Muy larga?
-Sí.
Quiero las telas que trajimos de París.
Me da igual el tejido que sean, siempre y cuando sean marfil o blanco.
Trabajaremos directamente sobre la tela, porque somos unos kamikazes, no hay tiempo que perder.
-¿No estará pensando en coser un vestido nuevo en una sola noche?
-¿Acaso tenemos otra opción?
-No podemos.
-En los mejores talleres del país sí podemos.
-¿Pero usted cree que la señorita Cristina se va a conformar con algo así?
-Está claro que no es el vestido que esperaba, pero le aseguro que no se acordará del anterior.
Fíjese cómo es la vida, yo toda la vida me imaginé que Cristina llevaría un vestido mío el día de su boda.
No hay mal que por bien no venga.
Vamos a hacer el vestido más bonito que haya salido de las galerías, Velvet.
Vamos, Rita, Ana, a por el resto, traédmelo, rápido.
¿Y ustedes se van a quedar ahí?
¿En pijama?
[♪ música alegre] Lo empiezo.
-Inés.
-¡Conchita!
¡Susana!
-¡Venga que tenemos que subir al taller!
-¿La llamas tú a ella?
-Sí.
¡Sagrario!
-¡Consuelo!
-¡Sagrario!
-¡Consuelo, abre!
-¿Qué es lo que está pasando?
¿Hay fuego o qué pasa?
-Peor, Clara, peor.
-El vestido de doña Cristina, que lo hemos perdido.
-¿Qué?
Voy con vos.
-Pero si tú no sabes ni enhebrar una aguja.
-Rita, no creo yo que estéis como para desperdiciar la ayuda de nadie.
-Clara tiene razón, Rita.
Vente con nosotros.
-Oye, ¿y vosotras desde cuándo os lleváis bien?
-Las víctimas del amor, que tenemos que apoyarnos.
-Anda, esta.
-¿Y Luisa?
Voy a buscarle.
-No, déjala que descanse, pobrecita.
-¿Pero sigue enferma?
¿Qué pasa?
-Nada, que es otra víctima del amor.
Venga, tira.
-Venga, vosotras también.
-¡Hala, venga!
-Pasen, siento mucho sacarles de sus camas, buenas noches, buenas por decir algo, ¿saben qué?
Qué diablos que son muy buenas, son buenas, porque esta noche nos enfrentamos a un reto y los retos nos hacen recordar quiénes somos y lo que valemos y ustedes señoritas valen mucho, valen mucho.
-¡Cállese!
¿Usted es consciente de la magnitud del error que ha cometido?
¿Lo es?
-Sí, lo soy.
Lo siento mucho, pero tenía... Cinco días de suspensión de salario.
-Don Emilio, lo he hecho lo mejor que he podido, pero mi puesto es de dependiente.
-Que sea una semana.
¿Quiere añadir algún día más?
Váyase a su habitación.
-Ese joven tiene que empezar a aprender dónde está y con quién trata.
-Precisamente este año se cumplen 25 de la catástrofe de la colección Antuña.
Se entregaron más de 10 encargos con las tallas equivocadas.
No se me olvidará en la vida.
La mañana del 24 de diciembre, en plena Navidad, despedí a 11 trabajadores y con la peor de las maneras.
Si tuviese hoy que levantar la voz como la levanté entonces, me daba un infarto.
-Usted solo estaba cumpliendo con su obligación.
Se ganaron el despido a pulso.
-Se equivocaron y fueron descuidados.
Y esa fue la causa del despido.
Pero mis gritos, mis insultos, mis ataques personales... Aquel día había perdido a una persona muy importante en mi vida.
Y lo pagué con ellos.
Yo no sé lo que le sucede a usted.
Ni tengo por qué inmiscuirme, pero... En los últimos días como que se ha asomado por aquí una nueva Blanca.
-Una a la que todos acaban tomando por el pito del sereno.
No se puede bajar la guardia con ellos, don Emilio.
No se puede.
-¿Pero quién dice que hay que hacerlo?
No.
No, esta Blanca es estricta, es recta y es profesional.
Pero también es paciente y comprensiva.
¿Sabe?
No me gustaría perderla de vista.
-Tengo que volver al taller.
-Otra cosa, doña Blanca, perdón, no, lo de la boda.
¿Tengo acompañante o no tengo?
-Tal como están las cosas, puede que no haya boda.
Si salimos de esta, ya veremos.
-Hola, buenas noches.
Quería reservar una habitación, por favor.
No, no, no es para mí, es para una amiga.
Isabel Navarro.
A partir de mañana.
Pues, en principio, para toda la semana.
Bien.
Está bien.
Gracias.
Gracias.
-Siento interrumpir.
-Doña Blanca, ¿tenemos los patrones de este modelo?
-¿El Venice de la colección del 52?
Sí, los tenemos.
-Bien, trabajaremos sobre esa base.
-¿Estás seguro?
No parece un vestido de novia.
-Absolutamente.
-En esa misma colección tenemos también el Milán.
-No, quiero el Venice.
Es justo lo que necesitamos.
-Está bien.
Consuelo, vaya a buscar los patrones.
-Inés, Inés y Conchita en la base del vestido.
Ahí es donde van a trabajar.
Susana, Susana y Sagrario en la sobrefalda.
Después nos meteremos con el cuerpo del encaje.
-¿Aún queda tela del velo original?
-No, no nos sirve de nada.
Empezaremos desde cero.
Necesito otro aire, otra cosa, algo más vaporoso.
-Acompáñenme al almacén, vamos.
-Y por favor, ya a partir de ahora, ya glamour, glamour.
Ya basta ya de rulos, camisones y pijamas.
Vamos a trabajar en una sobrefalda de fajón Mikado.
-¿Qué es eso?
-Da igual, raso, una enagua larga de tul.
-¿El que trajimos de París?
-¡Eh!
Perfecto, perfecto.
Sí, ve a por él.
Muy buena idea.
-¿Y yo, señor De la Riva?
¿Puedo ayudarle en algo?
-¡Ay, Clara, mi musa!
Mi musa, mi preciosa y vaporosa musa, como un tul parisino.
Es usted necesaria.
Claro que sí, además la noche va a ser muy larga, nos va a venir muy bien.
Trae café para todos.
-Claro.
-¡Clara!
Y a mí una ginebrita.
Una ginebrita para hacer un poco de transición entre la fiesta de Alberto y esta situación tan agitada.
-¿Hay una fiesta de don Alberto?
-Claro, mujer.
La despedida de soltero.
De ahí me han arrancado, con lo bien que yo he estado allí.
Además, teniendo un amigo como don Mateo, pues uno ya sabe que la fiesta va a ser antológica.
Y cuando uno dice antológica, pues son todos los placeres que me estoy perdiendo, ya sabes.
-Sí, sí, sí, sí.
La típica despedida de soltero, con todo lo que tiene una despedida de soltero, ¿verdad?
Pues voy a por esos cafés.
Tardaré un poco más por su ginebra, porque tengo que salir fuera.
-No mucho.
-Apúntale a mi cuenta, por favor.
Señoras, señores, la próxima copa invito yo.
-Han oído bien, el novio invita.
Voy a echarte tanto de menos.
-No me voy de España, Mateo, solo voy a casarme.
-Para el caso es lo mismo.
-Solo me voy dos semanas de viaje de novios, me preocupa dejar las galerías... -En manos de un gran gestor y excelente compañero de juego.
-Ya lo sé, pero me preocupa que esté Enrique por ahí merodeando.
-No te preocupes, cuando vuelvas ese león va a parecer un gatito inofensivo.
Soy un gran domador de fieras.
-Hasta ahora, domador.
-Pero no te vayas, que te conozco, que te tengo que dar la sorpresa.
-Voy al baño.
-Hola, chicas.
No soléis venir por el Pausa, por lo que veo.
Estamos aquí celebrando que mi amigo mañana se casa y si queréis tomar algo.
-Yo también quiero una copa.
-Clara, a ver, no tenía ningún tipo de intención con estas chicas.
-Quiero mi copa, una de esas.
Mira, mi copa, gracias.
-Clara, los dos sabemos que esta copa va a acabar en mi cara, ¿verdad?
-Te prometo que no.
Llevo toda la noche esperándote en la habitación, intentaba solucionar lo nuestro, y dónde te encuentro, de fiesta.
Buenas noches, Don Mateo.
-Don, no, por favor, otra vez, no.
Don, no.
-Hasta luego, que tengo mucho que hacer.
-No me puedes dejar así, por favor.
-Ya lo creo que sí.
A ver si así se te refrescan un poco las ideas.
-¿Esa no era Clara?
-Sí, era Clara, sí.
Parece que vienen a cuenta gotas.
No te preocupes, que la siguiente en entrar por la puerta va a ser Ana.
-No, no, estás bromas ahora, Mateo, por favor.
-¿Dónde están las copas?
-¿Las copas?
¿Sabes dónde está la última?
Aquí.
-Pues ahora hay que tomársele otra.
¿Y la botella?
-Qué idiota.
-Perdón, perdón, perdón.
-Ay, Clara, el café, por fin.
-Estoy que me caigo porque has tardado tanto, ¿eh?
-¿Estás bien?
-Mejor que nunca.
-Calla, calla, calla.
-Las estrellas fugaces se puedan ver son toda claridad.
Así que ya saben, si disponen de algo de tiempo miren al cielo y pidan su deseo.
-Ay, Pedro me habló de esto, con todo el follón se me había olvidado.
-¿Te ha llamado Pedro?
-Sí, esta tarde me dijo que él iba a intentar verla.
Bueno, yo no me la pierdo por nada del mundo.
-Las únicas estrellas que van a ver son las de los sopapos que voy a poner a repartir como no las vea trabajar ya.
Venga, señoras, que tenemos que terminar un vestido esta noche.
-Señor De la Riva, su copa.
-¡Oh, qué maravilla!
En el mejor momento.
-Disculpe, disculpe.
-¿Puedo ayudarle en algo más?
-Sí, ayuda a sacar y hacer presillas con cola de ratón.
-Uy, mire usted, a mí eso me da mucho asco.
-Cola de ratón.
-Clara ni siquiera sabe lo que es la cola de ratón.
-Toda ayuda es poca que no tenemos tiempo.
-Ya le dijimos que sería complicado.
-Sí, sí, ya lo sé, ya lo sé.
Pero no sirve de nada lamentarse, a no ser que venga a decirme que ha descubierto la manera de que nos crezca otro brazo del cuerpo, doña Blanca.
-Quizá dos manos más sirvan de ayuda.
-Maximiliano, ¿se puede saber qué hace aquí?
-No puedo quedarme de brazos cruzados en mi habitación sabiendo que todo esto es por mi culpa.
-Está bien.
-Ese gesto le honra, Maximiliano, después de la que ha organizado.
Ayude a Clara y a Sagrario.
[♪ música suave] Mire don Emilio, siempre he pensado que es usted un profesional impecable, pero me estoy volviendo loco viéndole dar vueltas por todo el taller sin hacer nada, me pongo muy nervioso y no puedo centrarme en mi trabajo.
-Si quiere puedo ponerme a coser.
-Perfecto, ahí tiene esa maquina.
-Era una broma.
-Pues espero que sus puntadas sean mejores que sus bromas porque me lo he creído de verdad y no querrá usted defraudarme, ¿no?
-Usted puede hacerlo don Emilio, le necesitamos.
-Gracias Maximiliano.
-¿Qué hacen todas paradas?
-Mire, tengo que coser a esta enagua más tul para darle más volumen, no me mire con esa cara.
¿Usted ve esta tela?
Pues hay que coserla con esta.
-No se preocupe, tío, que yo puedo hacerlo.
-No, Ana, usted está muy ocupada, siga usted con lo suyo, por favor.
-Será mejor que me encargue yo, que mi tío no va a saber... -Un momento, no será necesario que repita una vez más los años que llevo en esta galería, no viene al caso.
Pero si después de tanto tiempo yo permaneciese ignorante del manejo de las máquinas de este departamento, si así fuere, repito, yo no me llamaría Emilio López.
Hágame el favor.
-Ese es el espíritu.
[♪ música alegre] Muy bien.
Ahora solo tiene que mover el pedal y arrastrar la tela.
-No me diga.
[♪ música alegre] [aplausos] -Vamos, todo el mundo a trabajar.
-Si algún día quiere dejar su sección, yo le hago a usted aquí un huequito.
Más tela, es usted un milagro.
-Manos a la obra.
-No, no, no, trae, trae, trae.
Tienes que estar sobrio para lo que te espera.
Santi.
-Me da miedo.
-Tu sorpresa.
-¿Qué es?
-Ábrelo.
[risas] -¡Lo sabía!
¡Lo sabía!
¡Siempre lo supe!
-Y unos cuantos años después se descubre que yo fui quien robó el cuadro del director del internado.
-¡Fuiste tú!
-¡Claro que fui yo!
Te castigaron por mi culpa y este es tu regalo de boda.
¿Te parece poco?
-La confirmación que eres el peor amigo del mundo.
-Y tú el mejor.
Un cuadro, dos vasos y un whisky escocés.
Alberto, por los viejos tiempos y por los que vendrán.
¡Manuel!
¡Manuel!
¡Camarero!
Voy a por otra botella.
-No, por ahí no.
Por ahí te vas a caer.
-¡Hombre!
-Te lo he dicho.
-Perdón, perdón.
¿Qué bebías?
Tranquilo, yo te pido otra cosa de lo mismo, pero mejor.
Perdón, perdón.
Tranquilo, esta es la fiesta de mi amigo y aquí vosotros sois unos invitados.
Alberto, Alteza, me he encontrado con unos amigos.
-Caballeros.
-Señores, esta noche va a ser mítica.
-Que si quiero el mueble a un lado, que si ahora lo quiero al otro.
Esa señora era una pesada.
-¿Y tú qué le dijiste?
-Pues mira, después de dos horas cambiando el dichoso mueble de sitio, le digo.
"Señora, su marido debe ser más que un santo porque una mujer así no la aguanta ni su madre".
[risas] Cogimos las cosas y nos fuimos por donde habíamos venido.
-¿Veis?
Las mujeres siempre nos complican la existencia.
-Y el trabajo.
Cuando eres un chapuzas es el pan nuestro de cada día.
Ahora aquí nos tenéis, celebrando que nos han despedido.
-Por eso nosotros podemos echar una mano.
Mira, diles que vas de parte de Mateo Ruiz.
Siempre hay hueco para buena gente como vosotros.
-¿Velvet?
Pero si aquí es donde trabajamos mañana, ¿no?
-Sí, nos han llamado como mozos de carga.
¿Vosotros trabajáis allí?
-Más o menos.
-Director y subdirector de las galerías.
-Tú eres el señor Márquez.
¡Mira que lo sabía!
¡Sabía que me sonaba su cara!
-Últimamente no para de salir en las revistas.
Mañana deja de ser el soltero de oro de Madrid.
-¡Enhorabuena!
Es verdad, lo he leído, lo he leído.
Con Cristina Otegui.
Una chica guapísima.
-No te ofendas.
-¿Qué se va a ofender?
Se casa con la mujer de sus sueños.
¿Verdad?
[♪ música en inglés] -¿Luisa, qué haces aquí?
-No podía dormir.
¿Qué pasa?
-Vestido de novia de Cristina que ha desaparecido.
-¿Qué?
-Lo que oyes.
-Pero ¿y por qué no me habéis avisado?
-Luisa, todavía no está bien.
Será mejor que vuelva a su cuarto.
-No, no, no.
Yo quiero quedarme.
Hay que ayudar.
-No, le digo que será mejor que vuelva a su cuarto.
Ahora mismo lo que necesita es descanso.
-Lo que necesito es trabajar.
Mantener la mente ocupada, no pensar.
-Luisa, tiene que entender que aún no está bien del todo.
-Se lo pido por favor, quiero quedarme.
-Está bien.
Vaya a su cuarto a cambiarse y espere instrucciones de don Raúl.
-Gracias.
-Ana, procure que no haga mucho esfuerzo.
Aún no está bien.
-¿Tú no estabas enferma?
-Quiero ayudar.
-Pues deberías hacerle caso a doña Blanca e irte a dormir.
-Que no, que no.
Si me quedo un minuto más sola me muero.
-Pues toma, ayúdame con los cancanes.
-¿Qué es lo que pasa aquí?
-Nada, que todo lo quieres saber.
-No, si no pasa nada.
-¿Quieres saberlo?
Que me quedé embarazada y aborté.
-Pero natural o... -¿Qué más da?
-No, del otro.
-¡Madre mía!
¿Y luego la que tiene la fama soy yo?
-¡Clara!
-¿Qué?
¿Qué?
¿Qué he dicho?
-¡Que qué boquita, hija!
¡Qué boquita!
-No, si tienes razón.
-¿Pero qué va a tener razón?
No tuviste ese hijo porque no podías tenerlo en ese momento, no porque fueras una cualquiera.
-Bueno, que yo no he dicho eso.
-No.
No tuve ese hijo porque no sabía si... si era de Juan o de don Francisco.
Fue él el que consiguió que me admitieran en las galerías y luego accedió a pagar el tratamiento de Juan.
Y yo tuve que... que agradecérselo.
-Pero qué desgracia.
-Por eso no quise tener el crío, porque... porque verle la carita me iba a recordar todo.
-Luisa, perdóname, lo siento, lo siento, soy una bocazas.
-Perdona, no pasa nada.
-¿Pero cómo no nos dijiste nada?
Te habríamos ayudado.
-Pues porque no contarlo hace que... que no sea real.
-Ya pasó.
-Pero lo he contado.
[llanto] Bueno.
A ver esto, cómo va. -Ha sido una fiesta increíble, Mateo.
[risas] -A casa, a descansar.
-¿Cómo?
-Sí, oye.
Muchas gracias por las copas y por las risas, pero nosotros también nos vamos, ¿eh?
Que mañana tenemos un día complicado en la galería.
-Un momento.
Esto no se ha acabado aquí todavía.
Lo que pasa, señores, es que este sitio se nos ha quedado pequeño.
-Mateo, es tarde.
Mañana me caso.
-A descansar.
-Alberto, es tu última noche.
No me vas a dejar así tirado.
-Está muerto.
-Buscamos otro sitio y ya está.
-Los cuatro podemos hacer la fiesta en cualquier sitio.
-Sabes que tienes razón, Mateo.
Una última copa donde tú quieras.
-¡Esa es la actitud!
-Pero ahora está cerrado todo.
-Mateo sabe.
-Tranquilo, chicos, si estáis con papá.
Yo conozco un sitio que está abierto toda la noche.
-No, si al final me voy a romper una uña, ya verás.
Y toda la gracia que era, que hemos perdido en la guerra.
-A Pedro no se lo hubiera perdido, ¿verdad?
-No.
-He oído que ya no estáis juntos.
-¿Y a qué se debe ese arrepentir interés?
-Bueno, Pedro es amigo mío y digamos que todas las chicas guapas me interesan.
-Pedro es tierno, es leal, pero demasiado bueno para mí.
A las chicas nos gustan los hombres que nos vuelvan locas.
Así, con más pimienta y menos azúcar.
O bueno, por lo menos son los que me gustan a mí.
Si es que cuanto más discutimos y más guerreamos, más ganas tengo de besarle.
-No tengo ninguna oportunidad, entonces.
-Ni la más remota.
Así que te puedes ahorrar las zalamerías, que esta chica ya tiene su don Juan.
Al final me la ha roto.
-Anda, deja.
Mira.
-Doña Blanca.
-Ah, Clara La estaba buscando.
-¿Don Raúl quiere que le traiga otra copa?
-Otra copa, sí.
-Sí, ahora vengo.
-Deje que la ayude.
-No, no hace falta.
Siga con lo suyo.
-¡Ah, qué maravilla!
¡Qué maravilla!
¡Increíble!
¡Qué recuerdos me traes!
!¡¡Una barbaridad!
El tiempo que hacía que no cogía yo una aguja.
Si es que, claro, uno se pone a diseñar y se le olvida lo mucho que le gusta mancharse las manos.
-Yo es que siempre estoy manchada hasta las orejas.
Pero claro que sí, que puedo llegar a imaginar.
Lo que no sabía es que cuando bebe dos copas se pone así... -¿Así cómo?
-Así de sentimental.
-¡Mujer!
¡Claro!
¡Espera, que se me ha atorado esto!
-¿Me deja?
-No, mira, esto se hace así.
Bueno, luego lo arreglo.
El alcohol solo tiene dos cosas buenas.
Una, que dices lo primero que te viene y te pasa por la cabeza.
Y otra, que hace aflorar tus más profundos instintos.
-¿Ya me entiendes?
-¡Hombre, claro!
-Rita.
No, no me entiende.
Pues que igual le vendría bien una copita con Pedro.
-Oiga.
-Pero, por favor, Rita, que tengo ojos en la cara, que no soy tonto.
Y además, ahora... Pedro no está con su hermana.
-¡Por favor, que ella no sabe cómo me siento, de verdad!
Prométame que esto se quedará entre nosotros.
-¿El qué?
¿El qué?
¿Qué es lo que tiene que quedar entre vosotros?
-Oh, que he hecho la sobrefalda con unas copitas de más.
Y mira cómo me ha quedado.
Porque mire cómo me ha quedado.
De maravillosa.
No he perdido el toque.
-Las chicas ya tienen terminado el cuerpo del vestido.
Si quiere, voy a la primera prueba.
-No.
-¿No?
-Que tú no te vas a probar el vestido.
-Pero yo pensaba que eras su musa.
-Y eres mi musa, pero tenemos que ser prácticos.
Tú no tienes la misma constitución que Cristina.
Tú eres más modelo, más huesuda.
Necesitamos más cadera, más redondita.
Tráeme a las modistas, que las voy a echar un ojo.
A ver, Conchita.
Tiene las piernas muy cortas, hija.
A ver.
Hija, cada día está más delgada, Luisa.
-¿Cuál es la talla de cintura de Cristina?
-60.
-Oye, es la misma que la tuya, ¿no?
-Pues ya tenemos maniquí.
-¿Está seguro?
-Pero si a mí aún no me han probado, yo también tengo una 60 de cintura.
Bueno, una 62, si meto así la tripita me queda.
-¿Pero a qué valor?
Tú tendrás una 65 como mínimo, Rita.
-Ana no puede porque está indispuesta.
-No te preocupes, Rita, que lo haré.
-Es perfecta.
Chicas, llegó el momento clave.
Doña Blanca, prepárense para la prueba, ven conmigo.
-Vamos, no se me queden dormidas.
Traigan los zapatos forrados, la enagua de tul y el velo.
Vamos.
-De verdad que... -Sí, ya lo sé.
[♪ música en inglés] -Madre mía, pobrecita, menudo papelón.
-No pasa nada.
-¿Cómo que no pasa nada?
Ese vestido tenías que ponértelo tú mañana.
-Pero eso no va a pasar, no le demos más vueltas.
-No hay razón para que te tortures, porque te digo una cosa, que deberíamos sacarle más de cadera, porque ella es más ancha de ahí.
-Y de culo, que tiene más.
-Eso es verdad.
-Vamos, que es una pena que lo vaya a lucir ella, porque a ti te queda muchísimo mejor.
-Y tanto.
-Madre, pero qué haría yo sin vosotras.
-Pues buscarte un novio, y hacer posible que no sea el mío.
-¿Un novio?
Pero que me he perdido.
-Nada, hija, un culebrón más intenso que los de Corintia ya si eso es posible.
-Rita, ¿dónde está el encaje de aguja que cogió del almacén el otro día?
-Se agotó, pero hice el pedido.
Tardará dos días.
¿Por qué?
-No, no, no, no y no.
-No me puedo creer que en las mejores galerías de este país no tengamos un encaje de Alesón.
-Tenemos otros que quizás puedan servirle.
-Por favor, Don Emilio, le agradezco mucho el esfuerzo.
Mire, venga aquí, venga aquí, venga aquí.
-Observe bien este vestido.
Mírenlo bien.
¿Usted cree que después de todo el esfuerzo que hemos hecho, este vestido puede llevar un encaje cualquiera?
Necesitamos una tela más refinada.
-Podemos utilizar el micado que trajimos de París, creo que sobró algo.
-No más chapuzas, no, más chapuzas no.
-Raúl, que no hemos llegado hasta aquí para rendirnos en el último paso.
-Necesitamos una tela más exclusiva, fina.
Por Dios, es el día de la boda de Cristina.
-Esperen un momento.
[♪ música suave] -¡Qué preciosidad!
-Es de Chantilly, tiene unos años pero el dibujo está intacto.
-Tiene el blanco roto del vestido.
-¿Pero de dónde has sacado esto, doña Blanca?
-Fue regalo de mi padre para el día de mi boda.
-Doña Blanca, ¿de verdad que esto perteneció a su vestido de novia?
-Era absurdo tenerlo guardado cogiendo polvo y yo ya no voy a usarlo.
-No tiene por qué hacer esto, doña Blanca.
-Maximiliano está a mi cargo.
Y si el vestido se ha perdido es tanto responsabilidad suya como mía.
Además, todos ustedes están haciendo lo imposible para que esta boda tenga lugar.
Y esto es lo que yo puedo ofrecer.
-No se hace una idea del corazón que alberga su pecho.
-Y usted no se hace una idea de lo absurdo que resulta.
Déjese de ternuras y espabile.
-Bueno, ya ha oído la capitana.
Quiero que corten las mangas y el cuerpo.
Pero venga, lo quiero para ayer.
Vamos.
-¿Qué?
Se ha acabado el combustible, ¿eh?
Si es que estas ya no son horas.
-Bueno, si estuviera con estos golfos disfrutando de la noche madrileña, otro gallo cantaría.
-Bueno, pero ya es tarde, no son horas.
Y ya estarán en casa, sobre todo don Alberto que si mañana se casa.
-¿Con don Mateo, el maestro de ceremonias?
Yo nunca he estado de fiesta con él, pero su fama le precede.
Este tiene en pie a Alberto hasta el día siguiente.
Espérese que no llegue a la iglesia acompañado con alguna.
[♪ música en inglés] -¿Qué les parece, señores?
-No tienes remedio, Mateo.
Me imaginaba que era un sitio como este.
-Pero esto es un... -Es un paraíso en pleno centro de Madrid.
-Ya, pero esto es un club privado, pero tendríamos que pagaros.
-¿Qué pagar ni qué pagar?
Esta es una noche especial, vamos a disfrutar, ya está.
-Mateo, ¿cuánto tiempo?
-Demasiado.
Estás preciosa.
Os presento.
-Lidia Cano, a su servicio.
-Antonio.
Adolfo.
-Y Alberto Márquez.
Por fin, el soltero de oro se deja caer por aquí.
-Bueno, soltero por poco tiempo.
-En ese caso, no les entretengo más.
Acompáñenme.
Recuerden que el bar está abierto a todo lo que pidan.
Los habanos en los cajones.
Y si necesitan algo más, mis chicas están a su entera disposición.
-Gracias, Lidia.
-Que se diviertan.
-Alberto, ¿no quieres algo más?
-Habanos.
Esto cuesta... -Un ojo de la cara.
-Pues a disfrutar.
Hasta la última calada.
-Buenas noches.
-Buenas noches, caballeros.
-Me decías que era una noche sin chicas.
-¿Quién ha hablado de chicas?
Este es el sitio perfecto para seguir disfrutando con los colegas.
-¿Necesitan compañía?
-No, no, no, no.
-Estamos perfectamente, estamos celebrando que mañana abandona la soltería, por desgracia.
-¡Se casa!
-Sí, se casa.
-Ana, me llamo Ana.
-¡Ana!
¡Ana!
Marta, te llamaremos Marta.
Marta es un hombre precioso, muchísimo mejor.
-Sí, sí, sí.
-Créeme, es perfecto.
-Marta es muy bonito.
-¡Señor De la Riva!
¿Señor De la Riva?
¡Señor De la Riva!
¡Raúl!
-Ay Rita, por Dios, qué susto me has dado, mujer.
Ay, estaba cerrando los ojos un poco, descansando la vista.
-Ah, que ahora se llama así.
En mi pueblo eso es dormir la mona, que con todo lo que se ha metido entre el pecho y espalda es lo que le toca ahora, claro.
-¿Qué insinúa, que estoy piripí?
Estoy piripí.
Ay, qué vergüenza, Rita, he hecho mucho ridículo.
-Bueno, sea como sea, de no haber sido por usted esta noche habría sido un infierno en vida.
-Qué mona eres, ¿de verdad lo crees?
-Sí.
-Bueno, tú me vas a guardar el secreto de que he estado por aquí durmiendo la mona y yo te guardo a ti tu secreto.
-Vale, seré una tumba.
Y ahora vámonos, que le estaba buscando.
-Por Dios, ahora, ¿qué ha pasado?
Por favor, más disgustos no.
¿Qué ha pasado?
-Que no, que hemos terminado el cuerpo de encaje, que el vestido está listo.
-¡Ay, qué bien!
Se me ha pasado la melopea.
¡Vámonos!
Es mejor que el que había.
Sin desmerecer el trabajo del anterior, que era maravilloso, Ana.
Pero no le puede no gustar.
-Se parece mucho al que llevó Gracia Kelly en su boda.
-Cierto.
Se va a sentir como una princesa.
¿Saben?
Era su sueño de pequeña.
Es cierto que se parece al de Gracia, sí.
El chantilly, por los hombros, la caída.
-Sí, pero el suyo no tenía ese escote.
-Porque sea una princesa, pero una monja no.
-Enhorabuena, señor De la Riva, no tengo palabras.
-Que no tenga palabras es el mejor de los elogios.
Pero le voy a decir una cosa, esto lo hemos hecho entre todos, sobre todo usted, mire qué bien ha cosido.
-¿No irá a decirme que no ha disfrutado de la experiencia?
-Ha sido una cosa distinta, pero si antes valoraba el trabajo que se hacía en este taller, ahora desde luego no me cabe ninguna duda.
-Cierto.
Señoritas, señores, un trabajo impecable, como siempre.
Algún día recordarán esta noche como memorable y única.
-Y ahora descansen lo que puedan, mañana tenemos un día complicado.
-Vamos, buenas noches a todos.
-Gracias a todos, gracias.
Bueno, Ana, ahora tú te encargas de guardarlo bien.
-Sí.
-No lo vuelvan a perder, por favor.
-No.
-Y de todo esto, a Cristina ni mu.
Yo me hago cargo.
[♪ música en inglés] [tararea] -Yo, Alberto Márquez, juro solemnemente que... -¿Qué dices?
No es así.
-Si quieres.
-No, repite conmigo.
En la salud y en la enfermedad.
-En la salud y en la enfermedad.
-En la pobreza y en la riqueza.
-En la pobreza y en la riqueza.
-Y hasta que la muerte nos separe.
-Y hasta que la muerte nos separe.
- Sí quiero.
-¡Ana!
Ana.
¿Estás bien?
-Sí, dime.
-Que Rita quiere que vayamos a ver la dichosa lluvia de estrellas.
Que quiere que pidamos un deseo, ya ves.
Como si fueran a cumplirse.
¿Aún así te vienes?
-Sí, ahora recojo esto y voy.
-No ha sido una noche fácil, ¿verdad?
-Últimamente ya nada es fácil, Clara.
Pero bueno, ya pasó todo.
Clara, de verdad que estoy bien.
-No, no es eso.
-¿Mateo?
-Fui al Pausa y estaba allí, de juerga, rodeado de chicas.
Es que es un cenutrio, yo soy una imbécil por enamorarme de un mujeriego.
Al final voy a ser la mujer con más cuernos de todo Madrid.
-No digas tonterías.
-No, si es que es verdad, no soy más que una conquista en su lista.
-Mateo esta noche estaba preocupado por ti.
Mira, puede que haya sido un bala perdido toda la vida, pero está cambiando.
Tú lo estás cambiando.
Y a lo mejor no te lo dice por orgullo, pero estoy segura de que no te engañaría.
-No sé yo.
-Que sí, tonta.
-Hace tiempo que no vienen por aquí hombres que bailen tan bien como tú.
Y ya sabes lo que dicen de los que no nos movemos bien en la fiesta de baile.
-No lo sé, ¿qué dicen?
[risas] Espera, espera, espera, espera, espera, espera, espera, espera, espera.
-Si quieres, puedes tomarte otra copa en la habitación.
-No, no, no es la copa, no es la copa.
-Puedo conseguirte lo que quieras.
-No puedes ser quien quiero que seas.
Lo siento.
-Otro doble.
-Para ti.
-¿Otra que te he dado calabazas?
-Muy gracioso.
-¿Alberto, la última?
-No, no, eso no.
Mañana no podré ni mover las piernas y a ver cómo voy yo a la boda.
-¿Qué, nervioso antes de la boda?
-Si te digo la verdad, no.
-¿Tú estás casado?
-¿Yo?
No, no.
-¿Novia?
-Si no se come ni una rosca.
[risas] -Bueno, bueno, hace poco conocí a una chica y de verdad os juro que en mi vida había visto una mujer tan guapa.
-Bueno, otro romántico.
-En serio.
-¿Y qué pasó?
-Bueno, nos vimos un par de veces y me dio largas porque tenía novio.
El típico tío con dinero que la va a dejar tirada la primera de cambio.
Vamos, un desgraciado.
Por cierto, trabaja en las galerías.
Es modista.
-¿Cómo se llama?
-Ana.
¿La conoces?
Es preciosa.
Es que no sé qué hace perdiendo el tiempo con ese gilipollas.
[♪ canción en inglés] -¡Señores!
¡Por favor!
¡Por favor!
Usted, márchese.
Váyase si no quiere más líos.
-Nosotros ya nos vamos.
-Lidia.
Perdón.
-No, no, no, Mateo.
No volverás a pisar esta casa.
Ni tú ni él.
-Tranquila, no van a volver.
Tienes mi palabra.
-¿Enrique?
¿Qué haces aquí?
-Salvarte el pellejo, cretino.
-Vámonos.
Vámonos.
-Y hazle caso a tu amigo.
Vete y descansa, que mañana va a ser un día muy largo.
Un respeto.
-Verdaderamente, doña Blanca, el que inventó el dedal le hizo dar un salto de gigante a su profesión.
-Don Emilio, muchas gracias por lo que ha hecho.
-No hay de qué.
¿La recojo en su habitación o la espero a la entrada para ir a la boda?
-De verdad que estoy muy agradecida por la invitación.
Pero tiene que entenderme, ahí no hago nada.
-No diga eso, doña Blanca.
-Don Rafael siempre la ha considerado como alguien de la familia.
Hizo mucho por usted, le pagó los estudios de Barcelona.
-Creo que los dos sabemos que la historia no fue así.
Usted mismo me lo dijo un día.
-Perdone, doña Blanca, pero yo desconozco los detalles de lo que fue a hacer.
-Quizás sea el momento de que lo sepa.
Viajé a Barcelona para entregar a mi hijo en adopción.
Fue tiempo después de la muerte de mi marido.
Me quedé embarazada del señor Márquez.
Pero no de don Rafael, sino de su hermano, Esteban Márquez.
Cuando don Rafael lo supo, su hermano le contó que yo no era más que una farsante que quería aprovecharse de su fortuna y arrebatarle las galerías.
-Don Esteban Márquez nunca fue un buen hombre.
-No.
Y su hermano lo sabía.
Quería quitarme del medio y salvar su pellejo.
Pero don Rafael me creyó a mí y echó a Esteban de las galerías.
-Razón de más entonces para ir mañana a esa boda.
A don Rafael le hubiera gustado verla allí.
-Pero no esperé gran cosa.
Ya sabe que nunca fui la alegría de la huerta.
-Ni yo la mejor pareja de baile.
[♪ música suave] -Debería estar descansando.
-Quería asegurarme de que el vestido está donde debía.
Aunque supongo que el riesgo es que yo esté cerca.
Espero que a la señorita Otegui no le importe el cambio.
No me gustaría perder mi trabajo.
-Eso no va a pasar.
Sé que antes mis modales no fueron los más adecuados, pero tiene que entender... -Lo sé, lo sé.
No se esfuerce, doña Blanca.
Sé perfectamente por qué se comporta como se comporta conmigo.
Pero es absurdo sacar el tema.
-¿Qué tema?
Porque, que yo sepa, entre usted y yo no hay ningún tema.
-Creo que le pongo demasiado nerviosa.
Más de lo que le gustaría.
Cuando uno crece en la calle, vive libre.
Lejos de toda norma.
Hasta ahora no lo había entendido.
Pero creo que ya sé lo que le ocurre.
A usted le ahogan los prejuicios, doña Blanca.
Por eso no pienso mover pieza.
Lo hará usted.
Y yo estaré esperando.
-¿Sabes que esta noche hay lluvia de estrellas?
-¿En serio?
-Es lo que dicen en la radio.
-Este es el broche de oro perfecto para nuestra noche romántica.
-Siento lo de la pelea de antes, no sé qué me ha pasado.
-Alberto, no puedes pegarte con todos los posibles novios de Ana.
Sobre todo porque yo no voy a estar ahí siempre para cubrirte las espaldas.
-Nos hacemos mayores, Mateo.
-Dímelo a mí, sí.
Tenía una chica preciosa delante y pensaba en Clara.
Estoy aquí y pienso en Clara.
Duermo y pienso en Clara.
Clara, Clara.
-Puedes negarlo todas las veces que quieras, pero si estás aquí con tu mejor amigo y sigues pensando en ella... Está muy claro.
-¿Qué haces?
-Vámonos.
-¿Para dónde?
-Donde tienes que estar y no es aquí conmigo.
-Alberto, Clara me... -Te he visto conseguir cosas, pero súbete al coche.
Mateo, súbete al coche.
-Vamos.
¡Clara, sin experiencia!
¡Voy a por ti!
Arranca, vamos, vamos.
-Ahí.
Pide un deseo.
-¿Qué dices?
¿Dónde?
-Pero si eso es un avión.
-¿Pero cómo va a ser un avión a estas horas?
-¿Qué?
¿Habéis visto algo?
-¿Qué va?
Aquí no se ve nada.
-Sí, con tanta luz va a ser complicado.
-Pues es verdad, aquí no se ve nada.
-Esto en el pueblo lo veríamos de escándalos, lo digo.
-Oye, conozco un sitio donde se puede ver bien.
Que no es el pueblo, pero ya veréis qué vistas.
Venid.
Venga, Rita.
-¡Vamos!
-No hagáis ruido, que como nos pillen nos matan.
-Si no nos matan hoy, no nos matan nunca.
-¿Y tú dónde estabas?
-Pues cogiendo provisiones.
-Clara, de verdad.
-Venga, dale.
Ven, vamos.
-Ven, vamos.
-Pero bueno, yo pensé que no se podía subir aquí arriba.
-Y no se puede.
-Pero qué callado te lo tenías.
-Es precioso.
-Era nuestro sitio.
-Pues ahora va a ser el nuestro.
El de las chicas, Velvet.
Y vamos a celebrarlo.
-¿Solamente uno?
-¿Cuántas quieres?
-Ay, no seas rónica, Clara.
Que es celebración.
-Chicas, ahí.
Pediré un deseo.
Ahora solo hay que esperar a que se cumpla.
-Es impresionante.
-Sí.
-¿Creéis que algún día descubrirán un planeta en el que podamos vivir?
-Ay, Rita, de verdad.
Porque estropeas el momento.
-¡Ay, hija!
Se pone fina.
Pero ¿no estáis viendo lo inmenso que es el universo?
Con lo rápido que van los americanos estos, bueno, lo consiguen seguro.
-Porque a mí me encantaría meter en un cohete a todos los hombres de la Tierra.
-No te veo yo a ti a dos velas sin un hombre por el que suspirar.
-Ni a nosotras, Rita.
¿O crees que lo soportaríamos?
Podrías irte a dormir, ¿eh?
-Sí, me voy a ir.
-Espera, que bajo contigo.
-Bueno, pues aquí está.
Tengo una confesión que hacerte.
El vestido de novia que... que yo lo perdí.
Bueno, no fui yo, fue Max, pero yo puse la dirección en el paquete.
Ni siquiera me acuerdo de cuál.
Fue así de sopetón la primera que vi en la agenda de doña Blanca.
Porque pensé que a lo mejor con todo el lío, pues... Que no se casaban.
-¿Lo hiciste a propósito?
-¡No, hombre, que no!
¡Qué locura!
¡Lo hice así, sin querer!
¡Me metí en un lío!
Que a mí el estrés no me siente nada bien, Ana, ya lo sabes.
-¿Es que te tengo que querer?
-Venga, ya.
Vámonos a dormir, aunque mañana va a ser un día muy largo.
-Yo me quedo un ratito más, ¿vale?
Ahora voy.
-¿Algún consejo?
-No seas tú mismo.
-Quédate con el coche.
Si todo sale bien, no lo voy a necesitar.
-Prometo no estrellarlo.
-Mateo, espera.
Pase lo que pase, disfrútalo.
Sé feliz.
-Me encanta cuando te pones romanticón.
Te dejo en buena compañía.
-¡Suerte!
-¡Clara, lo siento!
¡Lo siento!
¡Clara, perdóname!
¿Cuántas veces tengo que pedirte que me perdones?
¿Cuántas?
¿Es eso?
¡Perdóname, perdóname, perdóname, perdóname!
Puedo estar así toda la noche si es lo que quieres.
¡Perdóname!
¡Lo siento!
Lo siento por lo de Ana, lo siento por lo de esta noche.
Te juro que ha sido una de las peores noches de mi vida.
-¿Qué te ha pasado en la nariz?
-Esto es una de las pruebas de que ha sido una noche horrorosa.
¿Y sabes por qué?
Porque te prefiero a ti sobre todas las chicas que conozco.
Sobre las Déboras, sobre las Anas, sobre todas las chicas de Madrid.
-¿Solo de Madrid?
-Del mundo.
Del mundo.
Perdóname, Clara, perdóname.
Perdóname.
-Alteza, tenemos un problema.
Cómo le cambia a uno la vida, ¿verdad?
Usted pudo elegir ser reina.
Y es feliz.
[♪ música en inglés] -Cristina, no tenemos el vestido.
-No puede ser.
¿Pero cómo puede pasar esto en Galerías Velvet?
Es el encargo más importante.
Llevamos más de dos meses preparando ese vestido.
¡No puede pasar!
¡No!
-Lo bueno es que hemos podido llegar a tiempo y hemos hecho otro vestido.
-Raúl De la Riva, mírame a los ojos y dime que pretendes que me case con eso.
-Puede que anoche yo me dejara llevar, pero eso no va a volver a ocurrir, don Mateo.
Empiezo a darme cuenta de cómo es usted.
-No te está funcionando.
-Clara, esto ya está.
Tenemos que irnos.
-Ahora mismo voy, Maxi.
Por mucho que te pavonees delante de él, pierdes el tiempo.
No soy celoso.
-Adiós, don Mateo.
-Así saludas a los viejos amigos.
-¿Hola?
-Si estás así de seca porque me dejaste tirado en el Pausa por ese pelele, no te preocupes.
Yo no soy rencoroso.
Y estás muy guapa con ese pelo.
Estás más salvaje.
-El pelele no es ningún pelele.
Se llama Pedro.
-Sí, es un pelele por dejarte sola.
Si tú fueras mi novia, no te dejaba ni a sol ni a sombra.
-Creo que tú y yo teníamos algo pendiente.
Sé exactamente lo que las mujeres como tú necesitan.
Así que ¿para qué perder más tiempo?
-Enrique no es de fiar.
Necesito por favor, Mateo, que estés pendiente de él estas dos semanas que yo voy a estar fuera.
-No te preocupes.
Tú céntrate en tu luna de miel y coge fuerzas, que con Cristina las vas a necesitar.
-¿Pensaste que no nos íbamos a enterar?
Lo sé todo, Raúl.
Francia está lejos, pero tampoco tanto.
-Ahora vuelvo, ¿eh?
-No, no, no, Ana.
Ahora no.
Te puedes ir luego, cuando se vayan los periodistas.
-Tiene que ser ahora, antes de las tres.
-Los periodistas vienen justo a esa hora.
-Esto es más importante.
-Para usted.
-¿Perdona?
-Que es su boda, no la mía.
Yo ya no puedo hacer más.
No tiene ni idea de todo lo que he sacrificado durante todo este tiempo por usted y por su boda.
No puedo creer que me esté pasando esto.
Ya lo he perdido todo.
-No es verdad, Ana.
Puede que sea otra persona, en otro sitio.
-Porque consiga vencer los posibles inconvenientes, los nervios y la tristeza.
A su padre le gustaría estar aquí.
-Quién extraño hoy es a mi madre.
-Llamé a casa del señor Márquez y me dijeron que estaría aquí.
-¿Qué quiere?
-Sé que hoy se casa.
Es muy importante que hable con él antes de la boda.
Su padre dejó algo para usted cuando cambió el testamento.
-¿Qué pasa, padre?
¿Por qué no bajamos?
-No pasa nada.
Alberto... aún no ha llegado.
Support for PBS provided by: